Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1634
Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899)
Sesión: 3 de mayo de 1898
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 12, 231-232
Tema: Condiciones en que se ha producido el desastre de Cavite

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tienen S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Estoy verdaderamente apenado, señores Diputados, porque cuando creía yo que al llegar la hora suprema de la prueba, el primer cañonazo de los Estados Unidos sería la señal de la unión y de la fraternidad de todos los españoles, como hijos de la misma madre inicuamente ultrajada, para defenderla contra tan bárbaros atropellos, me encuentro con que hay españoles que ponen reparo a esa unión y establecen condiciones a su concurso, y que con ciertas insinuaciones debilitan la fuerza más incontratable que tienen los pueblos en momentos supremos como lo son estos por que está atravesando la Nación española. (El Sr. Bores y Romero: La fuerza está en los Gobiernos.- Rumores en la mayoría.) Y todo eso se hace tomando el nombre sagrado de la Patria.

¡La Patria! ¿Qué es la Patria? La Patria es la tradición; es la Historia; es el ejemplo de nuestros mayores; es el hogar que nos cobija, es el campo que nos alimenta, es la tierra bendita que cubre los restos sagrados de nuestros padres, de nuestros deudos, de nuestros amigos, de nuestros compatriotas; es el campanario de nuestra iglesia; es la pila de nuestro bautismo; es la bandera, hecha jirones, de nuestro ejército; es el soldado; es el marino; es el conjunto de nuestras leyes; es el régimen que nos gobierna? Todo esto, y mucho más que esto, es la Patria, pero todo esto, y mucho más que esto, personificado siempre y muy especialmente? (Grandes rumores.- Se promueve un vivo incidente entre el señor Sanz y el Sr. Fernández Villaverde; el primero protestando contra las palabras del Sr. Presidente del Consejo, y el segundo apoyándolas.- Aplausos en la mayoría y en la minoría de unión conservadora.) Todo esto, Sres. Diputados, y mucho más que esto, es la Patria; pero todo esto, y mucho más que esto, personificado siempre, pero sobre todo en los momentos de angustia y de peligro, por el Emperador en los Imperios, por el Rey en las Monarquías, por el jefe del Estado en todas partes: debilitar esta personificación es debilitar la Patria. (Grandes aplausos en la mayoría.- Fuertes protestas en la minoría republicana.- El Sr. Ballestero: Sobre la Patria no hay nada. El Sr. Salmerón: Sois más realistas que los partidarios del régimen tradicionalista, que todavía ponen la Patria delante del Rey.- Los individuos de la minoría carlista pasan a ocupar los escaños de la extrema izquierda de la Cámara.) Sí, Sres. Diputados, es debilitar la Patria, y debilitar la Patria es siempre abominable, pero ante una guerra extranjera, no sólo es abominable, sino que es un delito de esa Nación. (Aplausos en la mayoría.)

No, venir en estos momentos a debilitar la personificación del país, venir a debilitar la Monarquía, repito que es debilitar la Patria porque es debilitar el grito que enardece y entusiasma a nuestros soldados. (Aplausos y protestas.- El Sr. Blasco Ibáñez: Viva España, es lo que grita el ejército.)

El Sr. PRESIDENTE: Lo primero que hace falta es oír lo que dicen los oradores, y que cada cual respete el derecho de los demás si quiere que sea respetado también el suyo. (Aprobación.)

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Es debilitar la bandera que los conduce a la victoria (El Sr. Blasco Ibáñez: A la derrota); es quitar energías a nuestro campo y dárselas al campo contrario. (Muy bien.)

Es verdaderamente un gran contratiempo lo ocurrido en las aguas de Manila, es un gran desastre. Nuestros barcos han sucumbido a la superioridad de los barcos enemigos, pero si hay una gran desgracia que lamentar, bien podemos decir muy alto en que ese día de luto no ha ocurrido absolutamente nada que nos humille, que nos avergüence.

Hora es, pues, de sentir y de enaltecer, como lo ha hecho el Sr. Salmerón, cuyas frases en este punto hago mías porque no podría yo encontrarlas más elocuentes ni más oportunas. Hora es de enaltecer la memoria del capitán del Reina Cristina y de los demás héroes que como él perecieron en el combate, ofreciendo sus vidas en holocausto de la honra de la Nación. Pero si es hora de sentir y de enaltecer la memoria de aquellos héroes, también es hora de demostrar las enérgicas condiciones de nuestra raza; hora es de demostrar que no nos amedrenta este quebranto, de demostrar, o mejor dicho, de confirmar la opinión de valerosos y de resistentes con que nos honra el mundo entero, afrontando con serenidad tamaña desventura y haciéndonos superiores a tanto infortunio. Por ello es preciso, que después de rendir culto a la memoria de los héroes que por la Nación han muerto, pensemos en los que como ellos están combatiendo por la misma causa, por la que ellos sacrificaron su vida. (El Sr. Salmerón: Para dirigirlos con aptitud.)

Quiere el Sr. Salmerón que yo le explique las circunstancias en virtud de las cuales se ha realizado la catástrofe que lamentamos. Como comprenderá el Congreso, no es fácil tarea ésta, ni para el actual Gobierno ni para ningún otro, al menos por las noticias que se han recibido hasta ahora. Por los datos que hasta este momento tiene el Gobierno, la catástrofe ha sido debida única y exclusivamente a la inmensa superioridad de las fuerzas enemigas y a los azares de la guerra que, desgraciadamente, nos [231] han sido adversos. (El Sr. Uría: Y a la imprevisión del Gobierno.- El Sr. Sanz: Ése era el sol de la victoria que muy pronto iba a brillar.-El Sr. Llorens: Pido la palabra.) Como ahora estoy discutiendo con el Sr. Salmerón, y al Sr. Salmerón contesto, no tengo nada que decir respecto a las palabras que he oído pronunciar desde esos bancos.

El Gobierno, por de pronto no puede decir más.

Espero el desenvolvimiento de las indicaciones que ha hecho el Sr. Salmerón, pero espero también, Sr. Salmerón que S. S. se haga cargo de que esta catástrofe demuestra más y más la necesidad, la imprescindible obligación por parte de todos, absolutamente todos los que quieran combatir contra el enemigo extranjero, de encaminar toda su inteligencia, toda su voluntad, todo su tiempo, todos sus esfuerzos, todos sus medios, todos los recursos a la guerra y sólo a la guerra. Lo primero es vencer, o por lo menos vender cara a la victoria, sacando a salvo el honor, que tiempo sobrado quedará para examinar cómo ha cumplido cada cual con su deber, y para otorgar después el premio merecido a los que, en efecto, se hayan hecho merecedores de él, o para imponer el castigo al cual se hayan hecho acreedores.

Por esto yo suplico al Sr. Salmerón, que abrevie cuanto pueda los debates, como suplico también a todos los Sres. Diputados que abrevien todo lo posible las tareas parlamentarias, para llegar pronto a facilitar al Gobierno todos los recursos que necesita para la guerra, que sin ellos no se puede hacer en buenas condiciones; y yo pido que el mensaje, aunque sea prorrogando la sesión, se apruebe, y que vengan pronto los recursos que los soldados y los marinos necesitan. Lo pido en nombre del ejército y de la marina; lo pido en nombre de los soldados que están luchando por la integridad de nuestro territorio y por nuestra honra; lo pido en nombre de la salud de la Patria. (Aplausos.)



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